Una mijica de poesía o de literatura al día:
"Entonces vieron adelantarse al estrado a una mujer viejecita, de aspecto tímido, y que parecía encogerse en sus pobres vestidos. Iba calzada con unos grandes zuecos de madera, y llevaba ceñido a las caderas un gran delantal azul. Su cara delgada, rodeada de una toca sin ribete, estaba más llena de arrugas que una manzana reineta pasada, y de las mangas de su blusa roja salían dos largas manos de articulaciones nudosas. El polvo de los graneros, la potasa de las coladas y la grasa de las lanas las habían puesto tan costrosas, tan rozadas y endurecidas que parecían sucias aunque estuviesen lavadas con agua clara; y, a fuerza de haber servido, seguían entreabiertas como para ofrecer por sí mismas el humilde homenaje de tantos sufrimientos pasados. Una especie de rigidez monacal realzaba la expresión de su cara. Ni el menor gesto de tristeza o de ternura suavizaba aquella mirada pálida. En el trato con los animales, había tomado su mutismo y su placidez. Era la primera vez que se veía en medio de tanta gente; y asustada interiormente por las banderas, por los tambores, por los señores de traje negro y por la cruz de honor del consejero, permanecía completamente inmóvil, sin saber si adelantarse o escapar, ni por qué el público la empujaba y por qué los miembros del jurado le sonreían. Así se mantenía, delante de aquellos burgueses eufóricos, aquel medio siglo de servidumbre." (FLAUBERT, G., 1856).
¿Cuándo se origina el trabajo femenino?, ¿Cuándo tiene valor el trabajo femenino? ¿La más bella voz del trabajo es el silencio?
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