PAPELES PARA QUEMAR

"Papeles para Quemar" es la respuesta lógica en alguien tan prolijo como yo a una realidad de las redes sociales en la que los caracteres se miden al milímetro, aquí puedo dejar escapar toda mi palabrería y mis inquietudes.
Las dos imágenes de los "Caprichos" de Goya que encabezan ambas columnas laterales identifican las intenciones de El que escribe en estas páginas, que están destinadas a arder por el paso del tiempo y por la crítica de quienes deseen participar.
Pues mi existencia se resume en el adagio machadiano: "Vivo en paz con los hombres y en guerra con mis entrañas".
Este es un espacio abierto a la reflexión, a la creatividad y a la crítica, sobre todo a la crítica, porque sin ella esta área de comunicación carece de sentido.
Vengo de una tradición que sublima la crítica a los lugares más importantes, suelo ser punzante y espero ser punzado, así cumpliré mi objetivo: aprender.

miércoles, 4 de abril de 2012



Adela CORTINA, “La leyenda del empresario excelente”, El País, 1 de abril de 2012:
Un largo comentario.
En los días en los cuales todo parece ser adverso, por un sino invisible frente al que no se puede luchar, los tópicos, los lugares comunes y las frases hechas se convierten en el referente fundamental de la retórica cotidiana o dominante. Lo que en Sancho parecía sentido común, el refranero, junto a neologismos construidos por prefijos como: ‘post -’, ‘neo-’ o, incluso, ‘eco-’,  se reducen meros juegos florales.
Paradójicamente las palabras de alguien que ha huido de tales “tenores huecos”, haciendo de la ética herramienta para el desarrollo*, involuntariamente se les asemeja, pero con la mejor y la mayores voluntades, al elevarse a un desiderátum en esta columna de opinión: Adela CORTINA, “La leyenda del empresario excelente”, El País, 1 de abril de 2012. (*Obsérvese que «El que escribe» utiliza este término ‘desarrollo’ como eufemismo, políticamente correcto, escondiendo de este modo el significante ‘progreso’).
Casi como una ingenua, -que en ningún caso lo es, pues su intención es la de engrandecernos-, Adela Cortina busca a los ‘ingenieros’ para que se sitúen como nuevos benefactores en la cúspide de la pirámide social, sin embargo, constata que carecen de rapsodas que los encumbren a tales instancias en el inconsciente colectivo.
A diferencia de los deseados, los empresarios españoles están faltos, por desgracia, de buena fama o de ascendiente manifiestamente aceptado sobre los comportamientos colectivos, no son ‘un modelo’ a seguir por sus virtudes. ¿Qué decir?
La estructura empresarial española se basa en una tremenda dicotomía el Magnate y el ‘Listo’. Entre ambos extremos, no niego que hay medianos y pequeños empresarios y autónomos, que quizás hagan  (o hagamos) medianamente bien y dejándose el pellejo en ello su trabajo.  
El Magnate discreto y bonachón,- Amancio Ortega, por ejemplo-, suele estar forrado, ha crecido a la chica callando, desde lo más humilde, por un golpe continuado de tesón, él debería ser el modelo que busca la profesora Cortina. Pero… ¡Ay! Explota niños en fábricas esclavistas en Brasil, arrasa al pequeño comercio, contrata y despide usando la legislación de las Reformas Laborales, las cuales les sanean sus cuentas – incrementar los beneficios financieros – a cambio de precarizar el capital humano. Ante esto, no nos sirve para edificar un primer héroe colectivo.
El Capitalismo Popular Thatcheriano dio humedad y sombra para que crecieran como champiñones el ‘emprendedor listo’, «al aventajado de la obra», quien de oficial pasó a ser empresario. Ellos, con la misma frialdad que el Magnate, explotaba a sus ex – compañeros. Su codicia, y la de parte de sus empleados, florecieron al albur  de las subcontratas, las reformas y las chapuzas a gran escala. Estos ‘empresarios listos’ están cayendo como moscas, eran ostentosos, brutos, directos y fanfarrones, consumían lujos de bisutería y abarrotaban los aparcamientos de los hipermercados los fines de semana con sus cuatro por cuatro metalizados. Ahora ‘los Listos’ han vuelto a la chapuza y al oportunismo de la «economía sumergida de supervivencia». Atrás quedaron los años de los apaños de la «economía sumergida de la ostentación», qué felices los tiempos en los que disfrutaban de las hoyas de Egipto. Otro intento frustrado para el agraciado con el don de la pluma.
Contemos un cuento, como nos propone la autora del artículo, con ‘príncipes laicos’ – príncipes no adictos a la versión vulgar de la magna obra de Maquiavelo-. Los valores que doña Adela Cortina preconiza, y que muchos hemos impartido e incluido en manuales, son los propicios para ejecutar modelos de buenas prácticas empresariales o para emprendedores de la bienaventurada economía social. Pero…
¡Ay!... La economía social, como las ONGs, que producen servicios de solidaridad, por ejemplo, deben pelear en un mundo capitalista despiadado- esto último es un epíteto de ‘la economía de mercado’-. Estas empresas se nutren de un peculiar “dumping laboral, el trabajo de voluntarios que ocupan el puesto que deberían realizar personas asalariadas. La precarización de las condiciones laborales en las empresas de economía social tanto para los cooperativistas,  los socios y  los empleados de ellas es una constante. Se me podría achacar que: “estos últimos, los empleados, laboran básicamente bajo cláusulas cerradas en los programas que subvencionan su actividad y, por lo tanto, las condiciones laborales y las salariales están tasadas”, nada más lejos de la realidad, lo formal y lo real son cosas muy diferentes. Piensen en las divergencias entre un funcionario de la enseñanza pública y un trabajador de un centro religioso – concertado, como muestra, “pura caridad cristiana” (por si alguien no se da por aludido, es un sarcasmo). En consecuencia, la vida de este héroe emprendedor es la de la desdicha propia, con estrecheces y jornadas laborales interminables, y la traición a los valores fundacionales para poder competir.
Sé lo mucho y lo excelente  del trabajo de Doña Adela Cortina, soy uno de sus fieles, pero… ¡Ay! Mientras rijan las leyes del máximo beneficio a corto, como principio rector, y la competencia mercantilizada, seguiremos “en un mundo sin moral y sin ética, en el que a la gente decente sólo nos queda la estética” (El Maki Navaja, Revista el Jueves).
No pretendo poner en duda ni insultar su inteligencia, pero reivindicar la semiótica, que es una disciplina muy antipática, nunca está de más. «El ser humano se reconoce en el mundo y la realidad de forma mediada a través del lenguaje» (éste creo que es el primer mandamiento teórico – práctico del materialismo (incluso, del dialéctico). Las enunciaciones formales en relación a lo real suelen estar en la primera línea de la literatura moralista, en la que los cuentos ocupan un lugar primordial. Aprendemos a través de la confrontación de lo expresado en ellos y la realidad, la existencia sartriana así lo expresaba con suma claridad, la experiencia, a fin de cuentas, no es más que el enfrentamiento entre lo real, el deseo y el deber manifestado en relatos.
Siempre es de agradecer que personas como doña Adela Cortina nos hagan pensar, a pesar de que en este caso su intento queda frustrado por la carencia de cultura empresarial moderna o avanzada que sufre nuestro empresariado o por el contexto en el que debe desarrollar su actividad. Rapsodas no le faltarían si pudieran enaltecerlos: Véase Intereconomía.
Posdata: Achaque o alegue que estas -demasiadas- líneas las ha escrito un marxista, para mostrar mi error. Bueno, déjenme citar al Gran Barbudo: “Bienvenidos todos los juicios fundados en la crítica científica”.
O si no, consuélese con el sueño de una nueva religión de Saint – Simon.      
   

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