Adela
CORTINA, “La leyenda del empresario excelente”, El País, 1 de abril de
2012:
Un
largo comentario.
En los días en los cuales todo parece ser adverso, por un
sino invisible frente al que no se puede luchar, los tópicos, los lugares
comunes y las frases hechas se convierten en el referente fundamental de la
retórica cotidiana o dominante. Lo que en Sancho parecía sentido común, el
refranero, junto a neologismos construidos por prefijos como: ‘post -’, ‘neo-’ o,
incluso, ‘eco-’, se reducen meros juegos
florales.
Paradójicamente las palabras de alguien que ha huido de
tales “tenores huecos”, haciendo de la ética herramienta para el desarrollo*, involuntariamente se les asemeja,
pero con la mejor y la mayores voluntades, al elevarse a un desiderátum en esta
columna de opinión: Adela CORTINA, “La leyenda del empresario excelente”, El
País, 1 de abril de 2012. (*Obsérvese que «El que escribe» utiliza este
término ‘desarrollo’ como eufemismo,
políticamente correcto, escondiendo de este modo el significante ‘progreso’).
Casi como una ingenua, -que en ningún caso lo es, pues su
intención es la de engrandecernos-, Adela Cortina busca a los ‘ingenieros’ para que se sitúen como
nuevos benefactores en la cúspide de la pirámide social, sin embargo, constata que
carecen de rapsodas que los encumbren a tales instancias en el inconsciente
colectivo.
A diferencia de los
deseados, los empresarios españoles están faltos, por
desgracia, de buena fama o de
ascendiente manifiestamente aceptado sobre los comportamientos colectivos, no
son ‘un modelo’ a seguir por sus virtudes.
¿Qué decir?
La estructura empresarial española se basa en una tremenda
dicotomía el Magnate y el ‘Listo’.
Entre ambos extremos, no niego que hay medianos y pequeños empresarios y
autónomos, que quizás hagan (o hagamos)
medianamente bien y dejándose el pellejo en ello su trabajo.
El Magnate discreto y bonachón,- Amancio Ortega, por
ejemplo-, suele estar forrado, ha crecido a la chica callando, desde lo más
humilde, por un golpe continuado de tesón, él debería ser el modelo que busca la
profesora Cortina. Pero… ¡Ay! Explota niños en fábricas esclavistas en Brasil,
arrasa al pequeño comercio, contrata y despide usando la legislación de las
Reformas Laborales, las cuales les sanean sus cuentas – incrementar los
beneficios financieros – a cambio de precarizar el capital humano. Ante esto,
no nos sirve para edificar un primer héroe colectivo.
El Capitalismo Popular Thatcheriano dio humedad y sombra
para que crecieran como champiñones el ‘emprendedor
listo’, «al aventajado de la obra»,
quien de oficial pasó a ser empresario. Ellos, con la misma frialdad que el Magnate,
explotaba a sus ex – compañeros. Su codicia, y la de parte de sus empleados,
florecieron al albur de las
subcontratas, las reformas y las chapuzas a gran escala. Estos ‘empresarios
listos’ están cayendo como moscas, eran ostentosos, brutos, directos y
fanfarrones, consumían lujos de bisutería y abarrotaban los aparcamientos de
los hipermercados los fines de semana con sus cuatro por cuatro metalizados. Ahora
‘los Listos’ han vuelto a la chapuza y al oportunismo de la «economía sumergida
de supervivencia». Atrás quedaron los años de los apaños de la «economía sumergida
de la ostentación», qué felices los tiempos en los que disfrutaban de las hoyas
de Egipto. Otro intento frustrado para el agraciado con el don de la pluma.
Contemos un cuento, como nos propone la autora del artículo,
con ‘príncipes laicos’ – príncipes no adictos a la versión vulgar de la magna
obra de Maquiavelo-. Los valores que doña Adela Cortina preconiza, y que muchos
hemos impartido e incluido en manuales, son los propicios para ejecutar modelos
de buenas prácticas empresariales o para emprendedores de la bienaventurada
economía social. Pero…
¡Ay!... La economía social, como las ONGs, que producen
servicios de solidaridad, por ejemplo, deben pelear en un mundo capitalista
despiadado- esto último es un epíteto de ‘la economía de mercado’-. Estas
empresas se nutren de un peculiar “dumping” laboral, el trabajo de voluntarios que
ocupan el puesto que deberían realizar personas asalariadas. La precarización
de las condiciones laborales en las empresas de economía social tanto para los
cooperativistas, los socios y los empleados de ellas es una constante. Se me
podría achacar que: “estos últimos, los empleados, laboran básicamente bajo cláusulas
cerradas en los programas que subvencionan su actividad y, por lo tanto, las
condiciones laborales y las salariales están tasadas”, nada más lejos de la
realidad, lo formal y lo real son cosas muy diferentes. Piensen en las divergencias
entre un funcionario de la enseñanza pública y un trabajador de un centro
religioso – concertado, como muestra, “pura caridad cristiana” (por si alguien no
se da por aludido, es un sarcasmo). En consecuencia, la vida de este héroe
emprendedor es la de la desdicha propia, con estrecheces y jornadas laborales
interminables, y la traición a los valores fundacionales para poder competir.
Sé lo mucho y lo excelente del trabajo de Doña Adela Cortina, soy uno de
sus fieles, pero… ¡Ay! Mientras rijan las leyes del máximo beneficio a corto,
como principio rector, y la competencia mercantilizada, seguiremos “en un mundo
sin moral y sin ética, en el que a la gente decente sólo nos queda la estética”
(El Maki Navaja, Revista el Jueves).
No pretendo poner en duda ni insultar su inteligencia, pero
reivindicar la semiótica, que es una disciplina muy antipática, nunca está de
más. «El ser humano se reconoce en el mundo y la realidad de forma mediada a
través del lenguaje» (éste creo que es el primer mandamiento teórico – práctico
del materialismo (incluso, del dialéctico). Las enunciaciones formales en
relación a lo real suelen estar en la primera línea de la literatura moralista,
en la que los cuentos ocupan un lugar primordial. Aprendemos a través de la
confrontación de lo expresado en ellos y la realidad, la existencia sartriana
así lo expresaba con suma claridad, la experiencia, a fin de cuentas, no es más
que el enfrentamiento entre lo real, el deseo y el deber manifestado en
relatos.
Siempre es de agradecer que personas como doña Adela Cortina
nos hagan pensar, a pesar de que en este caso su intento queda frustrado por la
carencia de cultura empresarial moderna o avanzada que sufre nuestro
empresariado o por el contexto en el que debe desarrollar su actividad.
Rapsodas no le faltarían si pudieran enaltecerlos: Véase Intereconomía.
Posdata: Achaque o alegue que estas -demasiadas- líneas las
ha escrito un marxista, para mostrar mi error. Bueno, déjenme citar al Gran
Barbudo: “Bienvenidos todos los juicios fundados en la crítica científica”.
O si no, consuélese con el sueño de una nueva religión de
Saint – Simon.
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