Una mijica de poseía o literatura al día:
'Espacio de muertos vivientes' (espacio sin tiempo)'.
"Una tarde en que sentada junto a la ventana abierta acababa de ver a Lestiboudis, el sacristán, que estaba
podando el boj, oyó de pronto tocar al Ángelus.
Era a principios de abril, cuando abren las primaveras; un aire tibio circulaba sobre los bancales labrados,
y los jardines, como mujeres, parecían componerse para las fiestas de verano. Por los barrotes del cenador y
más allá todo alrededor se veía el río en la pradera dibujando sobre la hierba sinuosidades vagabundas. El
vapor de la tarde pasaba entre los álamos sin hojas, difuminando sus contornos con un tueste violeta, más
pálido y más transparente que una gasa sutil, prendida de sus ramas. A lo lejos, caminaban unas reses, no se
oían ni sus pasos, ni sus mugidos; y la campana, que seguía sonando, propagaba por los aires su lamento
pacífico.
Ante aquel tañido repetido, el pensamiento de la joven se perdía en sus viejos recuerdos de juventud y de
internado. Recordó los grandes candelabros que se destacaban en el altar sobre los jarrones llenos de flores,
y el sagrario de columnitas. Hubiera querido, como antaño, confundirse en la larga fila de velos blancos,
que marcaban de negro acá y allá las tocas rígidas de las hermanitas inclinadas en sus reclintorios; los domingos, en la misa, cuando levantaba la cabeza, percibía el dulce rostro de la Virgen entre los remolinos azulados del incienso que subía. Entonces la sobrecogió un sentimiento de ternura; se sintió languidecer y
completamente abandonada, como una pluma de ave que gira en la tormenta; a instintivamente se encaminó
hacia la iglesia, dispuesta a cualquier devoción, con tal de entregarse a ella con toda el alma y de olvidarse
por completo de su existencia." (Gustave Flaubert, 1857).