HUBO UN TIEMPO EN QUE MIS CARTAS VIAJABAN EN TRENES HUMEANTES HASTA TI.
(Serie de ejercicios provocados para provocar).
Decía la provocación: "Adiós amado y amante".
Respuesta del provocado provocador:
Hubo un tiempo en el que los trenes humeantes, los aviones,
los carromatos o las desvencijadas furgonetas trasladaban el eco de los
corazones y las mentes en camelias salpicadas de tinta. Antes de que la flor
desplegase todos sus pétalos buscábamos su aroma, dibujábamos con la
imaginación las formas que habían adoptado las gotas de pigmento.
En un lugar sereno, a media luz, con la seguridad de que una
fugaz lágrima o un suspiro no serían descubiertas, nos acomodábamos e
iniciábamos la apertura de cada uno de los capullos blancos, tras varios
pliegues descubrían todo su esplendor y se iniciaba la aventura.
"¿Cuál será la primera palabra?" Ella definía todo el relato.
Las pupilas descifraban los pólenes, los sabores, las palpitaciones. La flor
blanca en ese momento se convertía en algo más, era un juego de dedos que se
entrecruzaban con los de su portadora. Era la mirada al borde de una copa de
vino y susurros en el oído, se deslizaban por el lóbulo las caricias tenues
del mentón.
En el lecho, la flor salía de entre las páginas de un libro
secreto y era releída. En un instante, sin permiso, debajo de las sábanas agasajaba los labios y
dejaba su perfume en el cuello y la nuca siendo sus pétalos labios. Enrojecían
levemente los pezones empinados siendo
dientes. Estremecía el vientre siendo
dedos que tintineaban en torno al ombligo. Dibujaba las caderas siendo manos
abiertas insaciables en lo fugaz.
Acariciaba el ensortijado cabello siendo boca y descubría la fuente del néctar
siendo lengua traviesa en busca del huidizo ser escondido.
Entonces la camelia
perfumada con las caricias de las manos de ambos se convertía en rosa de dos,
pues los jugos, los aromas, la saliva entretejida en gemidos y suspiros del ausente y la presente la hacían clamor de deseo y melancolía.
Ese tiempo que nos
arrulla en la ausencia, en la distancia, en las promesas que nunca se cumplirán. Recuerdo de las noches donde
la timidez y el recato no dieron rienda suelta al eros y sucumbieron en el profundo tánatos.