PAPELES PARA QUEMAR

"Papeles para Quemar" es la respuesta lógica en alguien tan prolijo como yo a una realidad de las redes sociales en la que los caracteres se miden al milímetro, aquí puedo dejar escapar toda mi palabrería y mis inquietudes.
Las dos imágenes de los "Caprichos" de Goya que encabezan ambas columnas laterales identifican las intenciones de El que escribe en estas páginas, que están destinadas a arder por el paso del tiempo y por la crítica de quienes deseen participar.
Pues mi existencia se resume en el adagio machadiano: "Vivo en paz con los hombres y en guerra con mis entrañas".
Este es un espacio abierto a la reflexión, a la creatividad y a la crítica, sobre todo a la crítica, porque sin ella esta área de comunicación carece de sentido.
Vengo de una tradición que sublima la crítica a los lugares más importantes, suelo ser punzante y espero ser punzado, así cumpliré mi objetivo: aprender.

miércoles, 13 de junio de 2012

HUBO UN TIEMPO EN QUE MIS CARTAS VIAJABAN EN TRENES HUMEANTES HASTA TI.
(Serie de ejercicios provocados para provocar).

Decía la provocación: "Adiós amado y amante".

Respuesta del provocado provocador: 

               Hubo un tiempo en el que los trenes humeantes, los aviones, los carromatos o las desvencijadas furgonetas trasladaban el eco de los corazones y las mentes en camelias salpicadas de tinta. Antes de que la flor desplegase todos sus pétalos buscábamos su aroma, dibujábamos con la imaginación las formas que habían adoptado las gotas de pigmento.
    En un lugar sereno, a media luz, con la seguridad de que una fugaz lágrima o un suspiro no serían descubiertas, nos acomodábamos e iniciábamos la apertura de cada uno de los capullos blancos, tras varios pliegues descubrían todo su esplendor y se iniciaba la aventura. 
   "¿Cuál será la primera palabra?" Ella definía todo el relato. Las pupilas descifraban los pólenes, los sabores, las palpitaciones. La flor blanca en ese momento se convertía en algo más, era un juego de dedos que se entrecruzaban con los de su portadora. Era la mirada al borde de una copa de vino y susurros en el oído, se deslizaban por el lóbulo las caricias tenues del mentón.
   En el lecho, la flor salía de entre las páginas de un libro secreto y era releída. En un instante, sin permiso,  debajo de las sábanas agasajaba los labios y dejaba su perfume en el cuello y la nuca siendo sus pétalos labios. Enrojecían levemente los pezones  empinados siendo dientes.  Estremecía el vientre siendo dedos que tintineaban en torno al ombligo. Dibujaba las caderas siendo manos abiertas insaciables en lo  fugaz. Acariciaba el ensortijado cabello siendo boca y descubría la fuente del néctar siendo lengua traviesa en busca del huidizo ser escondido. 
    Entonces la camelia perfumada con las caricias de las manos de ambos se convertía en rosa de dos, pues los jugos, los aromas, la saliva entretejida en gemidos y suspiros del ausente y la presente la hacían clamor de deseo y melancolía.  
   Ese tiempo que nos arrulla en la ausencia, en la distancia, en las promesas que nunca se cumplirán. Recuerdo de las noches donde la timidez y el recato no dieron rienda suelta al eros y sucumbieron en el profundo tánatos.

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