Llama un revolucionario a mi corazón.
Llama pidiendo permiso y entra con la osadía de un okupa.
Llama con la petulancia de un cortesano y con un manifestó en ristre.
Llama con el permiso de la Subdelegación, pero sin horarios ni recorrido.
Llama con una institución a sus espaldas, pero con el asfalto en sus suelas.
Llama un revolucionario a mi corazón y la insurrección envenena mi sueño.
(El que escribe, abril 2017)
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